Nos prepararon con todo el peso emocional posible, casi como melancolizándonos para ver nuestro propio funeral, estamos de pie con los ojos vendados cuando nos dice el guía que no solo seremos espectadores, “hoy vamos a sentir la muerte”. Forman una fila con nosotros y nos ubican las manos sobre los hombros de la otra persona, nos advierten que la actividad exige tanto que probablemente colapsemos y nos explica que uno puede entrar en un estado de conciencia alterado en el que viajas, tienes visiones, puedes oír voces, casi como sentirse bajo el ‘trip’ de una dosis de LSD sin la necesidad de consumir absolutamente nada, simplemente hiperventilándote. En 1960 Stanislav Grof, un psicólogo hizo una serie de estudios realizando terapias psicodélicas con pequeñas dosis de ácido basándose en la creencia que este tipo de sustancias ayudarían a la psicoterapia, eventualmente las drogas entraron en un estado de ilegalidad que obligo este campo de la psicología a buscar alternativas. El truco está en exhalar extendidamente tanto dióxido de carbono como podamos y bombardear el cerebro de oxígeno al inhalar de manera rápida. Lo hago intentando ignorar las alarmas que mi cuerpo me envía para dejar de hacer lo que estaba haciendo pues se tornaba doloroso y sientes el corazón en la cabeza, después de un rato comienzo a notar que dejan de doler los pulmones y se hace más fácil hacerlo, pierdo el equilibrio y noto que la persona que esta atrás de mi en realidad no es uno de nosotros, es alguien que me ayuda a recostarme pero me pide que siga respirando. Escucho una voz, la del guía describiéndonos un campo abierto, yo no veo nada, pero comienzo a ver fractales en medio de la oscuridad de mis parpados, sigo escuchando como se supone que estamos en una llanura, pero ya me encuentro en una balsa en medio del mar, la cual debido al alto oleaje comienza a desintegrarse, pero no hago nada simplemente me quedo inerte a la situación.
De pronto pienso en la posibilidad de no volver a ver a mis padres, el miedo y la angustia se apoderan de mí, como el agua fríame golpea, siento todo esto como la misma realidad. No recuerdo más de este trance, solo me desperté sin noción del tiempo, lo que para mi fueron 5 minutos de pesadilla en realidad fue mas de una hora en la que estuve inconsciente y además empapado en llanto, pues no podía creer que hubiera entrado en un trance tan horrible, no podemos hablar pues frente a nosotros pues se encuentra nuestro “funeral”, con un auténtico ataúd lo cual en el momento crees cien porciento que te encuentras ahí y ves como comienza a hacer efecto pues empiezo a deconstruir mi vida y buscar respuestas.
Ese pequeño que vivo el contraste de pasar de la comodidad a las dificultades económicas en medio de un matrimonio que duró mas de lo que debía. Decía su padre que era un niño que aunque hiperactivo, era dulce y sociable se tornó patán, precoz e imprudente, se evidenciaba en su indisciplina académica, pues desde pequeño comenzó el afán por destacarse de los demás y no necesariamente siempre con la verdad. En ese momento cuando más necesitaba cambiar esta faceta de mi personalidad, mi mama, la persona que más amaba en el mundo se iba del país y mi padre tendría que ausentarse un tiempo por cuestiones del trabajo. Personas que amo también se marcharon a otro lado y las remplacé por personas con malos hábitos y sus hábitos, lo que me tiene aquí pensando todo esto y me doy cuenta de todo el tiempo que perdí creyendo que satisfacía placeres que en realidad solo me saturaban de superficialidad, perdía el amor propio dañando mi cuerpo y mente y a la vez me volví indolente con cualquier relación que no compartiera mis vicios. Pues lo único que podía salvarme de ahogarme estaba en esa balsa y decidió no hacer nada, entonces pude mandar a la basura todas las excusas que use para justificar mis malas decisiones culpando a mis padres cuando el que decide como se inclina la balanza en la vida soy yo, que debo saber que ese equilibrio aplica en todos los aspectos de la vida, que como en la música, el silencio es tan importante como el ruido, o como en la arquitectura lo es el lleno con el vacío, en que los errores y problemas nos ayudan a reinventarnos.